Acumulamos, acumulamos y acumulamos. Guardamos objetos que nos gustan, que nos trasportan al pasado, que nos hacen sufrir, regalos... Conservamos cosas para fijar momentos especiales, recopilar vivencias, para recuperar pedazos del pasado, y al final, cuando todo acaba, todo eso no deja de ser nada más que algo material. Lo que hemos vivido no le sirve a nadie más; los recuerdos no nos sobreviven.
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